Lectura: 2 Timoteo 4:9-18

Se dice que hay dos tipos de “amigos”, los que salen corriendo y los que se quedan. A la primera señal de problemas, los primeros parten como un rayo, abandonando a su amigo en medio del peligro. Pero los que se quedan, permanecen con su compañero sin importar las circunstancias.

Desgraciadamente, no se puede saber qué clase de amigo se tiene hasta que llega el problema. Para entonces, ya es muy tarde, a menos que dicho amigo sea de los que se quedan.

No obstante, aunque ciertamente es importante, deberíamos estar más preocupados por el tipo de amigos que somos que por el tipo de amigos que tenemos.

Mientras Pablo aguardaba por el resultado final de su proceso “legal” que lo llevaría a su muerte, algunas de las personas que habían servido con él, huyeron y lo abandonaron, dejándolo prácticamente sólo ante lo que sería su ejecución.  En su segunda y última carta a Timoteo, él menciona a algunos y aclara que Lucas es uno de los que se quedó a su lado (2 Timoteo 4:11).  Como parte de su humanidad, probablemente se sentía un poco decepcionado por aquellos que lo habían abandonado, sin embargo, al mismo tiempo recibía consuelo de aquellos que aún estaban fielmente a su lado.

En el libro de los Proverbios, se hace mención y recuerda a esos amigos que se quedan, te amarán toda la vida (Proverbios 17:17), tanto durante los tiempos de adversidad como en los tiempos de alegría.

  1. Cuando las personas a quienes conoces necesitan ayuda, ¿Qué clase de amigo eres, de los que huyen o de los que se quedan?
  2. Muestra con tus palabras y tus actos qué clase de amigo eres. Sé de los que se quedan.

HG/MD

“En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para el tiempo de angustia” (Proverbios 17:17).