Lectura: Santiago 1:12-18
Por casi 9 años, Sally había sido la mascota de la familia; cuando la llevaron a su casa tan sólo medía 30 centímetros (11.9 pulgadas), pero ella había crecido con los años y ahora tenía una longitud de 3.35 metros (11 pies) y un peso de 36 kilos (79.36 libras).
Fue entonces que lo impensable sucedió, Sally atacó un miembro de la familia, un joven de tan sólo 15 años de edad, Sally era una pitón de Birmania, que instintivamente atacó a quien muchas veces lo había alimentado, se aferró a su cuerpo y con un abrazo mortal lo estrangulo, provocándole la muerte por asfixia. Cuando llegó al lugar de los hechos, la policía escribió en su reporte que se encontraron con una serpiente bastante agresiva, literalmente silbaba y estaba muy reactiva, incluso los atacó en varias ocasiones.
Podemos describir al pecado como una serpiente, que cuando entra por primera vez en nuestras vidas, pensamos que es algo dulce, inofensivo y porque no decirlo, hasta gracioso. El problema es que no se queda pequeño, es astuto y poco a poco crece; al inicio pensamos que podemos manejarlo, pero sin darnos cuenta comienza a controlarnos. En la mayoría de los casos provocará problemas en nuestra relación con Dios; en algunas ocasiones producirá una muerte física y emocional, y el peor de los resultados será la muerte espiritual. Es por ello que debemos recordar lo dicho por Pablo en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Si no reconoces que tienes un problema con el pecado y lo abandonas, te meterás en graves aprietos. Pablo nuevamente nos advierte en Colosenses 3:2 “Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra”, el propósito de Dios al advertimos sobre esto, no es arruinarnos la diversión, sino que entendamos que existen mayores gozos que nos estamos perdiendo debido a nuestro necio andar.
- Si estás jugando con la mascota llamada pecado, Dios te está advirtiendo hoy que debes tener cuidado, esto es un asunto de vida o muerte.
- Cuando jugamos con el pecado, estamos invitando al desastre a que forme parte de nuestra vida.
HG/MD
“Luego esa pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte” (Santiago 1:15)