Lectura: 1 Tesalonicenses 2:1-7
Un hombre quien recién se acababa de pensionar, cumplió el sueño de toda su vida; se mudó con su familia a una zona más rural y allí compraron una pequeña granja con gallinas, cabras y un par de vacas. Algunos días después de la mudanza, se llevó una gran sorpresa al ver a un ternero recién nacido. Cuando compraron la granja el vendedor que incluyó a los animales en el trato, no le dijo que una vaca estaba preñada.
Lamentablemente, la vaca tuvo complicaciones y murió poco después del parto. De inmediato, el hombre fue al veterinario a consultarle sobre cómo podía alimentar al pequeño ternero, entonces le dieron una formula especial y empezó a alimentarlo con un biberón. “¡Ahora el ternero cuando me ve me sigue a todas partes, supongo que cree que soy su madre!”, decía.
Esta tierna historia acerca del nuevo rol de este hombre me recuerda al apóstol Pablo cuando se comparó a sí mismo con una madre amorosa, al ocuparse de los creyentes en Tesalónica: “Más bien, entre ustedes fuimos tiernos, como la nodriza que cría y cuida a sus propios hijos” (1 Tesalonicenses 2:7).
El apóstol Pablo era increíble en su compromiso con la obra de Dios, y cuando le enseñaba a la gente adoptaba la actitud de una nodriza, quien es la mujer que amamanta a una criatura ajena. Estaba consciente de que los creyentes necesitaban “la leche” de la Palabra de Dios para crecer espiritualmente (1 Pedro 2:2). Asimismo, también prestaba especial atención a las necesidades de aquellos a quienes cuidaba: “… saben que fuimos para cada uno de ustedes como el padre para sus propios hijos: Les exhortábamos, les animábamos y les insistíamos en que anduvieran como es digno de Dios” (1 Tesalonicenses 2:11-12).
- Como creyentes somos llamados a servirnos unos a otros, y cuando lo hacemos debemos hacerlo con el cuidado tierno y amoroso de nuestro Salvador, estimulándonos en nuestra travesía espiritual.
- Mostrar interés y cuidado genuino hacia otros, es una evidencia de la madurez que hemos alcanzado en nuestra relación con Dios.
HG/MD
“Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24).