Lectura: 1 Reyes 19:1-18
Era un viernes tarde en la noche como muchos otros que había vivido; sin embargo, ese día había algo diferente, temprano al despertar estaba muy mareado pues había bebido muchísimo debido a que su novia lo había dejado por alguien a quien creía su amigo; durante el día esa idea lo había mortificado y sentía una ira que nunca antes había sentido.
Al llegar la noche tomó el arma del lugar “escondido” donde su papá la había dejado. Fue directamente a la disco donde sabía que estaban juntos esa noche su novia y su “ex” amigo. Cuando los vio inmediatamente disparó el arma, lo bueno es que falló, pero ese acto irracional sólo provocó que la policía lo detuviera, y ahora debe enfrentar un juicio que seguramente significará una condena por intento de asesinato. Un momento de ira lo llevó a la desesperación.
Aunque las situaciones eran diferentes, el profeta Elías también se sentía desesperado y literalmente quería morir. Tan sólo pocas horas antes había experimentado una gran victoria sobre los profetas falsos de Baal, pero debido a eso ahora la esposa del rey, la malvada Jezabel, había jurado matarlo. Debido a eso huyó al desierto, y estando allí fue tal su desesperación que le dijo a Dios: “¡Basta ya, oh Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no soy mejor que mis padres! (1 Reyes 19:4).
Algunos critican a Elías y dicen que estaba exagerando su reacción, después de todo tan sólo horas antes Dios le había mostrado su poder al vencer a los falsos profetas, pero lo que hay que entender es que quizás Elías estaba sintiendo que no obstante Dios había hecho un acto tan maravilloso, las personas no reaccionaron como él esperaba, esto lo deducimos debido a la respuesta que Dios le da en 1 Reyes 19:18: “yo he hecho que queden en Israel siete mil, todas las rodillas que no se han doblado ante Baal y todas las bocas que no lo han besado”.
Así que el dolor y la desesperación de Elías eran reales. El Señor sabía que Elías necesitaba restauración y por eso le proveyó para sus necesidades (1 Reyes 19:5-7), renovó su propósito dándole nuevas tareas entre las que estaba ungir a su sucesor Eliseo (1 Reyes 19:15-17), y sobre todo le dejó muy claro que no estaba solo (1 Reyes 19:18).
- Cuando la desesperación toque a tu puerta, mira a Dios, Él es tu fuente de esperanza.
- Nunca está sin esperanza, quien pone su confianza en Dios.
HG/MD
“Porque andamos por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7).