Lectura: Colosenses 3:22-25
Esteban había conseguido su primer empleo de verano, y como muchos obtuvo su primera oportunidad como acomodador de productos en uno de los supermercados del pueblo.
Al ser un novato tenía que hacer trabajos que otros no querían, como quedarse un par de horas luego del cierre del local para reponer productos en las estanterías. Las instrucciones de su jefe fueron muy claras: “Siempre debes colocar los productos con la etiqueta hacia adelante, para que puedan leerse fácilmente, incluso hasta el tercer producto”.
Una noche mientras acomodaba productos en los estantes, sus compañeros empezaron a apresurarlo y le dijeron: “No te preocupes, sólo el primer producto debe estar colocado correctamente, de todos modos, ¿quién se va a dar cuenta?”.
Este fue el momento de decisión para el joven, como creyente sabía que debía obedecer a su jefe, pero era toda una tentación salir 30 minutos antes para divertirse con sus nuevos amigos.
Todos en algún momento de nuestras vidas nos enfrentaremos a una situación en la cual tendremos que tomar una decisión. El apóstol Pablo animó a sus compañeros creyentes a obedecer, aun cuando nadie estuviera mirando: “Siervos, obedezcan en todo a sus amos humanos; no sirviendo solo cuando se les está mirando, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios” (Colosenses 3:22).
- Hacer lo correcto no debe depender de que nuestro jefe, profesor, padre o amigo, esté cerca, ni de que otra persona esté observando. Ser obediente no siempre es sencillo ni conveniente, pero siempre será lo correcto.
- Recordemos siempre lo siguiente: “Por tanto, al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, eso le es pecado” (Santiago 4:17).
HG/MD
“Siervos, obedezcan en todo a sus amos humanos; no sirviendo solo cuando se les está mirando, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios” (Colosenses 3:22).