Lectura: Filipenses 3:1-16
Todos los que hemos puesto nuestra fe en Jesús como nuestro Señor y Salvador, en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido abrumados por los desafíos de la vida cristiana. Esto no es nuevo, ya que en los tiempos del apóstol Pablo, él se sentía así en ocasiones, tal como lo indica en 2 Corintios 1:2: “…pues fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, hasta perder aun la esperanza de vivir”.
Esto lo dijo en medio de uno de sus viajes misioneros, en el cual junto con Timoteo su discípulo, sufrió innumerables problemas que pusieron en riesgo hasta sus propias vidas. No obstante, estas circunstancias difíciles le hicieron aprender una lección de vida de parte de Dios mismo: “…para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios…” (2 Corintios 1:9).
En su carta a los Filipenses 3:12-14, también volvió a admitir valientemente que no había alcanzado lo óptimo en su andar de fe; sin embargo, esto no lo desanimó, sino que le dio más fuerzas: “…prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (v.14).
Eso sí, no se debe confundir la valentía con la testarudez, tal como les sucedió a unos escaladores que se habían propuesto escalar el Monte Everest, quienes después de un largo viaje y varios días en diferentes campamentos a distintas alturas para adaptarse, salieron confiados el día de la escalada final y faltando unos 600 metros para conquistar la cima, un experto Sherpa, les dijo que a pesar de que todo se veía bien, no les recomendaba la escalada final ese día. Dos hombres no hicieron caso a la advertencia y emprendieron un viaje programado con una duración de 16 horas contando el tiempo de ida y regreso; ellos nunca más fueron vistos. En el registro oficial de la expedición se escribió lo siguiente: “Cuando se les vio por última vez iban camino a la cumbre”. Habían escogido mal la meta.
1. No importan las malas circunstancias por las cuales estés pasando, no insistas en confiar en tus propias habilidades; debes empezar a confiar en Dios, Él quiere caminar a tu lado para ayudarte a superar esas circunstancias y sobre todo para que aprendas de esas situaciones y no las vuelvas a repetir.
2. Cuando sientas que la presión te está deteniendo, no debes olvidar que no estas sólo, cree que Jesús está a tu lado y verás como el camino se hace más ligero (Mateo 11:28-30).
HG/MD
“Prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).