Lectura: Hechos 8:26-37


Un amigo me comentó que hace algún tiempo tuvo una conversación con su nieta de 6 años.  Ella le preguntó sobre algo que había oído en una clase de la iglesia: “¿Por qué Jesús murió en la cruz?”. Entonces, mi amigo le explicó de una forma muy sencilla qué era el pecado y por qué Jesús tuvo que morir por nosotros, y luego de eso la pequeña niña se fue a jugar con su primita.

Como a los 30 minutos escuchó a la nieta explicándole a su prima que Jesús había muerto; su prima le dijo que no había muerto, y entonces respondió diciéndole “Sí, está muerto. Porque mi abuelo me dijo que murió en la cruz”.

En ese momento él se dio cuenta de que no había contado la historia de nuestro Señor adecuadamente, por lo que está vez junto a las dos niñas les aclaró que ciertamente Jesús había muerto, pero que también había resucitado y ahora está vivo.

Cuán bueno es este recordatorio, ya que las personas necesitan oír todo el evangelio. Esto se vio ejemplificado cuando el etíope le preguntó a Felipe sobre un pasaje de las Escrituras que no entendía, él “abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hechos 8:35).

Es necesario que le compartas a otros las buenas nuevas del Evangelio de una manera completa; primero las malas noticias: que todos somos pecadores y necesitamos ser salvos; luego las buenas noticias: que el perfecto Hijo de Dios murió para salvarnos y que resucitó de la tumba, demostrando su poder sobre la muerte. Jesús, nuestro Salvador, está vivo y desea vivir ahora a través de nosotros.

1. Comparte el evangelio con otros, pero recuerda hacerlo de una forma completa y entendible para cualquier persona.
2. Compartimos el evangelio no por obligación, sino porque como creyentes es un privilegio que nos fue compartido por gracia.

HG/MD

“En él tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de nuestras transgresiones, según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).