Lectura: Efesios 4:29-32

Sin que te lo esperes entra en erupción.  Es capaz de destruir todo lo que encuentra a su paso. ¡Su descarga es tan irracional como la de una bomba!

¿Sabes de qué estoy hablando? No me refiero a un volcán en erupción, ni a un terremoto repentino, ni siquiera a un tornado que no deja nada tras de sí.  Me estoy refiriendo a ese sentimiento sin control llamado: Furia, que es tan peligrosa como cualquiera de estos eventos naturales, y más cuando se dirige hacia un ser amado.  Su efecto es tan destructivo que, aunque dure un minuto o menos, sus efectos pueden dejar sentimientos de amargura y destrozos a nivel emocional.

Es muy triste cuando las personas que más amas, en ocasiones sean el blanco de tus palabras sin sentido y sin control.  Pero siempre debes tener presente que cuando te sientas provocado a punto de estallar, siempre tienes la opción de decidir entre reaccionar con furia o con amabilidad.

En la Palabra de Dios, se encuentran valiosos consejos para no ser victima de la furia, despojándose de toda amargura y enojo: “bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32); en resumen, debes de ser misericordioso con otros porque Jesús te perdonó sin merecerlo.

  1. Si te encuentras luchando contra la furia crónica, somete esa parte de tus emociones a Jesús (Filipenses 4:13), pídele que te ayude a controlar tu temperamento descontrolado y que te enseñe a honrar a los demás por encima de ti mismo (Romanos 12:10).
  2. En la medida que conozcas más y más a Jesús, te será más sencillo controlar tus emociones volcánicas.

HG/MD

“Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).