Lectura: Mateo 26:36-46
Una vez escuché esta frase: “Las pequeñas muestras de amor hacia el prójimo, pueden mostrarles al Dios inmenso que está detrás de ellas; y nuestros grandes problemas son pequeños ante el poder de Dios”.
Es una frase que engloba algunas verdades. No existe nada en nuestra vida que sea tan pequeño como para que al Señor no le interese, y además lo pequeño puede servir de testimonio ante otros. Tampoco existen pruebas o crisis tan grandes que puedan sobrepasar Su sabiduría y poder. Y debido a que nos ama, nos invita a hablarle de todo lo que nos preocupa (1 Pedro 5:7).
Entonces, ¿significa que podemos pedirle a Dios cualquier cosa y esperar recibirla? Por ejemplo, un creyente que forma parte de un equipo deportivo ¿tiene derecho a pedirle al Señor la victoria en un juego y esperar que Él intervenga para que su equipo gane? ¿Y qué pasa si los jugadores del otro equipo también están orando por la victoria? ¿A quién apoya el Señor? Ya sabemos la respuesta: a ninguno porque solamente se trata de un juego.
Así que cuando hablamos de tener fe en nuestro Salvador y de nuestra posibilidad de orar en su nombre, hablamos de acciones que agradan al Señor; pero debemos estar conformes y seguros de pedir de acuerdo con Su voluntad. Es muy sencillo sobrepasar el límite que separa la dependencia realista en Dios y el egoísmo o la superstición.
Nuestra fe está basada en nuestra sumisión ante la voluntad de Dios (1 Juan 5:14). Por eso, toda petición debe hacerse de tal manera que refleje la actitud de Jesús quien dijo a su Padre: “no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
- Hoy y siempre que ores debes preguntarte: ¿Estoy orando de acuerdo con la voluntad de Dios o solamente lo hago para satisfacer mis deseos egoístas?
- ¿Estoy orando de forma agradecida ante las bendiciones inmerecidas que he recibido y demostrando mi dependencia total en Él?
HG/MD
“Y esta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).
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