Lectura: Apocalipsis 2:1-7
¿Hemos sentido que la pasión que sentimos por Jesús ha disminuido? Se ha dicho muchas veces que cuando recién iniciamos nuestro caminar espiritual al lado de nuestro Señor, queremos pasar horas y horas tratando de entender lo que ha sucedido, hablamos con Dios cada día, estudiamos Su Palabra y tenemos un deseo por compartir con otros nuestra experiencia, pero luego, algo pasa.
Poco a poco dejamos que nuestra vida, redes sociales, actividades y agendas ocupadas, lentamente empiecen a apagar nuestra pasión, y permitimos que nuestra vida espiritual se reduzca a dos horas los domingos y quizás una hora entre semana; sin duda cuando esto pasa, el objeto de nuestro afecto ha cambiado.
No somos los únicos que experimentan esta lucha, en los tiempos del apóstol Pablo, los miembros de la joven iglesia de los Efesios también luchaban por mantener su pasión espiritual. Y es por ello que nuestro Señor Jesús por medio del apóstol Juan quiso ayudarlos a restaurar y mantener su amor.
Los Efesios habían perdido su pasión espiritual por Jesús (Apocalipsis 2:4), habían caído en la trampa del conformismo y la religiosidad, habían olvidado la razón por la cual había iniciado todo, su condición original, su desesperanza, qué los había llevado a los pies de Jesús, el perdón y la aceptación que habían recibido, el agradecimiento por todas las bendiciones no merecidas; olvidaron por qué habían puesto su fe en Jesús.
Si hemos permitido que algo nos robe la pasión por Jesús, no estamos solos, hay muchos otros que también han pasado por ese camino y hay forma de superarlo, hablando con Dios, leyendo Su Palabra, estudiando con otros lo que descubrimos, y sobre todo, compartiendo nuestra esperanza con quienes aún están perdidos.
- Somos como el carbón que necesita del calor de la fogata para mantenernos encendidos, alejados poco a poco nos apagaremos. Volvamos al lado de Jesús,
- Solamente si buscamos cada día parecernos más a Jesús en Su carácter y prioridades, evitaremos perder nuestra pasión espiritual.
HG/MD
“Por esta razón, te vuelvo a recordar que avives el don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:6-7).