Lectura: Lucas 12:13-21

En el año 2008, los Estados Unidos y otros países cercanos a su economía, sufrieron los estragos de una crisis financiera cuyo origen fue la codicia y el miedo por perder todo por cuanto habían trabajado.  En una película de los años 80, uno de los personajes se expresó sobre este gran problema humano: “La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena. ¡La codicia está bien! ¡La codicia funciona! ¡La codicia salvará a nuestro país!” ¡Qué concepto tan equivocado!

En nuestra lectura devocional, leímos acerca de la ocasión cuando un hombre le pidió al Señor que fungiera como juez y forzara a su hermano a compartir la herencia con él.  Jesús rechazó el pedido, pero luego hizo algo mucho mejor por ese hombre, le mostró lo que en verdad lo estaba motivando a hacer aquella petición: “Miren, guárdense de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).

Luego, para ilustrar aun más la situación, le relató una parábola sobre un hombre que había logrado una cosecha extraordinaria y debido a ello empezó a planificar cómo incrementaría sus riquezas y cómo disfrutaría de ellas; no obstante, sucedió algo muy diferente a lo que este hombre planeaba: “Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?  Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios” (vv. 20-21).

  1. El problema de la codicia es que finalmente, todo lo que poseemos en este mundo se terminará, aun nuestra vida.  No debemos esperar a que esto ocurra, es mejor almacenar tesoros en el cielo.  Invertir en lo eterno siempre será mejor que invertir en lo temporal, la verdadera riqueza se encuentra en la eternidad.
  2. ¿Y tú? ¿En qué estás invirtiendo tu vida?

HG/MD

“Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.” (Lucas 12:34).