Lectura: Jeremías 19 – 22.
Si hay algo deprimente para la persona que lo padece, es la deformidad del rostro. Cuando es algún otro miembro del cuerpo, siempre produce dolor y desaliento, pero el rostro, esa parte de nuestro cuerpo que primero presentamos al público, es lo más importante. Por eso la cirugía estética, la que devuelve al rostro de una persona su normalidad, es una valiosísima bendición de la ciencia quirúrgica.
Ha llegado el día en que no tienen que desesperarse las personas a quienes un defecto genético, o un accidente, o un fuego les ha deformado el rostro. Con la ayuda del Dios de la ciencia, y con los favores de personas altruistas que se valen de los descubrimientos de la ciencia para hacer maravillas, hay nuevas esperanzas para los que así padecen.
Con todo, hay otra deformidad que para restaurarse necesita más que lo que ofrecen los avances científicos. Padecen de ella los que tienen rostro y cuerpo normales pero tienen deformada el alma. Éstos, con mayor pena y dolor que los que sufren algún mal físico, llevan la vida a través de sus almas torcidas y desfiguradas. En lugar de una reconstrucción superficial, necesitan una reconstrucción de todo su interior. Es la única manera en que podrán vivir como Dios quiso que vivieran, con gozo, paz y bienestar.
Hay Alguien que puede sanar las heridas del alma. Es Jesucristo, el gran Médico de las almas. Al alma afeada por la tragedia del pecado Él la transforma en algo bello y limpio. Él puede reconstruir lo que fue bueno e inocente hasta que el pecado lo echó a perder. Cristo no ha dejado de ser el Supremo Creador. Confiémosle nuestra vida. De hacerlo así, disfrutaremos no sólo de fe y de amor, sino también de una esperanza sin igual.
Las profecías de esta lectura afectaron a cuatro reyes de Judá, todos hijos del buen rey reformista Josías. Las reformas externas no cambian nada si no hay avivamiento espiritual.
1. La puerta a la que hace referencia la historia pudo haber sido “la puerta de los Tiestos”, ubicada hacia el valle de Ben-hinom, al lado suroeste de la ciudad. La razón para este nombre quizás se debía a que los alfareros llevaban allí sus mercaderías dañadas e invendibles. Las piezas en la montaña de escombros no podían ser reconstruidas, lo cual representa un ejemplo muy claro de lo que Jeremías estaba tratando de decir. ¿Entonces, teniendo eso en mente, cuál crees que era el mensaje de la vasija de barro que Jeremías quería transmitir? Tófet fue el lugar donde los niños fueron sacrificados (Jer. 7:31). Este lugar había sido profanado, por lo tanto era inapropiado para sacrificios por el rey Josías en su reforma (2 Rey. 23:10). ¿Cuál fue el destino de esa ciudad?
2. A veces se piensa que los siervos de Dios no deben de sufrir, ni dudar. ¿Pero qué vemos en Jeremías? Compara sus sufrimientos con los del apóstol Pablo en 2 Corintios 11:16-33.
3. ¿Cuáles reyes oyeron las profecías de Jeremías? ¿Cómo les afectaron sus mensajes de amonestación? ¿Cómo describía Dios Su actitud hacía los judíos?
4. ¿Cuáles eran los pecados específicamente nombrados en esta lectura? ¿Qué diferenció a Josías del resto?