Lectura: Números 11:1-9

Una joven pareja se mudó a un hermoso paraje rural de montaña, el cual estaba rodeado de hermosos bosques, valles y laderas que cambiaban de color con las estaciones, blancos en invierno, verdes en primavera, amarillos en el verano y naranjas con mezclas de dorado en el otoño.

En los primeros años de su vida en ese lugar, la pareja admiraba y disfrutaba de aquellos hermosos paisajes montañosos, pensaban que jamás se cansarían de aquella naturaleza que les rodeaba.  Pero se cansaron, no faltaron muchos años para que todo aquello les pareciera monótono y falto de emoción.

Así como esta pareja, los israelitas se quedaron sin comida poco tiempo después de haber salido de Egipto.  Dios escuchó su clamor y de forma sobrenatural les proveyó alimento por medio de una dosis de mana diario.  Al inicio seguramente les maravilló aquella provisión divina, pero poco tiempo después se habían cansado de comer lo mismo de siempre día tras día.  Lo maravilloso y útil había perdido su atractivo y recibieron una dura lección.

  1. No des por sentado las bendiciones de Dios, no debes ser malagradecido por lo que Dios provee para ti rutinariamente, el alimento en tu mesa, el techo debajo del que duermes, el sol que te calienta, la lluvia que hace que todo crezca, el trabajo que tienes o el estudio que ahora disfrutas poco, pero rendirá fruto en el futuro.

 

  1. Da gracias a Dios por sus bendiciones, en lugar de quejarte.

HG/MD

“¡Den gracias al Señor! ¡Invoquen su nombre! Den a conocer entre los pueblos sus hazañas”  1 Crónicas 16:8