Lectura: Salmos 119:105-112

Cuando nos aventuramos por caminos desconocidos, muchas veces nos encontramos con problemas.

Por ejemplo, un hombre un día decidió tomar un camino distinto para ir a su trabajo.  Al transitar con su vehículo por calles desconocidas, no se dio cuenta que debía detenerse en una señal de “ALTO” que no vio.

Unos segundos más tarde se detuvo, pero no a causa de la señal, sino por la señal del Alto que le hizo un oficial de tránsito, quien le recordó con una multa las lecciones que había aprendido en su curso de manejo.  De esta forma aprendió nuevos caminos pero con un costo adicional incluido debido a la multa de tránsito.

¿Los hechos hubieran sido diferentes si ese hombre viajara con un guía a su lado, alguien que supiera exactamente las condiciones del camino, quien le indicara con anticipación donde debía estar atento a las señales de tránsito que iba a encontrar?  Ciertamente, si eso hubiera pasado, aún tendría en su cuenta bancaría el dinero de la multa.

En muchas ocasiones, en nuestra vida nos veremos obligados a andar por caminos desconocidos, caminos que a primera vista no parecen atemorizarnos y en algunos casos con peligros reales.  Entonces, ¿qué deberías hacer para transitar por esos caminos sin cometer costosos errores?

Invitemos a nuestra vida a Alguien que conoce el camino.  El salmista reconoció la identidad de ese guía perfecto: “Guíame, oh Señor, en tu justicia… Endereza tu camino delante de mí” (Salmos 5:8).

  1. ¿Estás caminando por senderos desconocidos? Pídele a Jesús que camine contigo.
  2. Las personas que hemos decidido seguir a Cristo como nuestro Señor y Salvador, tenemos siempre a nuestro lado al Espíritu Santo (Juan 16:5-15).

HG/MD

“Y cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad pues no hablará por sí solo sino que hablará todo lo que oiga y les hará saber las cosas que han de venir” (Juan 16:13)