Lectura: 1 Tesalonicenses 5:12-24

La mayor parte de quienes tienen hijos adolescentes se identifican con la siguiente escena: “Hijo, apaga la luz cuando salgas de tu habitación, recuerda hacer tus tareas antes de irte a jugar con tus amigos, ¿ya limpiaste tu cuarto?, ¿ayudaste con la limpieza?, etc.”. Para los padres es frustrante tener que decirles a sus hijos jóvenes, una y otra vez, que hagan sus deberes.

Cuando analizo esta realidad puedo llegar a las siguientes conclusiones: Tu hijo o hija es capaz de apagar la luz, limpiar su habitación, hacer sus trabajos escolares, etc.; y de hecho se les ha enseñado bien que deben hacer esas tareas.  Ellos saben que es correcto obedecer, pero incomprensiblemente parece que no son capaces de cumplir con esos buenos deberes.

Si somos completamente sinceros, esto nos pasa a todos, ¿verdad?  Pensemos en las cosas que Dios nos ha dicho que debemos hacer.  Por ejemplo: “Estén siempre gozosos” (1 Tes.5:16).  Aunque esto pueda sonar como algo fácil de hacer y sabemos que es una buena idea, se nos hace difícil desarrollar este sencillo hábito.

De la misma manera en que los hijos necesitan entrenarse para apagar la luz cada vez que salen de sus cuartos, todos deberíamos entrenarnos para dar gracias, alabar y honrar a Dios en cada situación, lo cual debería hacernos sentir contentos.

Piensa en cualquiera de los otros mandatos o principios que encontramos en la Palabra de Dios para nuestro tiempo. Debemos incorporarlos a nuestras rutinas diarias, por ejemplo: confiar en el Señor (Prov.3:5); orar sin cesar (1 Tes.5:17); llevar una vida que le agrade a Dios (1 Ped.1:15-16); entre otros.

  1. Si en verdad consideramos a Dios como el centro de nuestras vidas, debemos estar conscientes de cuál es Su Voluntad para nosotros, de acuerdo con su Plan Maestro.

 

  1. Los siervos de Cristo debemos entender, que es necesaria la obediencia para poder crecer.

HG/MD

“Predica la palabra; mantente dispuesto a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y enseñanza” (2 Timoteo 4:2).