Lectura: Juan 21:12-17

Aún recuerdo con mucho cariño mis primeros días en la iglesia local a la que asistí por primera vez, la cual estaba liderada por un hombre a quien le encantaba su ministerio y mostraba su amor y cuidado hacia cada uno de nosotros.

Oraba por nosotros, si dejábamos de ir se preocupaba y preguntaba qué pasaba, nos llevaba a las diferentes reuniones en su auto, tomaba tiempo para aconsejarnos cuando observaba que nuestra conducta no era la mejor, su testimonio era intachable y fue un gran ejemplo de vida para muchas personas en nuestra iglesia.

Para mí, aquel gran hombre de amplia sonrisa y abrazo amigo, puso en práctica lo que nos enseña Juan 21:15-17.  En tres ocasiones el Señor le preguntó a Pedro si lo amaba.  Pedro le contestó las tres veces: “Sí”. Luego Jesús le dijo finalmente: “Apacienta mis ovejas”.  Esto nos indica que, si estamos llenos del amor de Dios, ese amor debe volcarse sobre otras personas.

En verdad sirve de muy poco que le digamos a Jesús que lo amamos, si nunca mostramos su amor hacia sus corderos y ovejas.  Significa muy poco decir que nos interesan los pecadores, si nunca hablamos con ellos del mensaje del evangelio.

Tan sólo cuando mostramos a otros nuestro amor desinteresado, seremos capaces de decir que sin lugar a dudas amamos a Jesús.

  1. ¿Amas a Jesús? Entonces, ¡vierte Su amor sobre otros!
  2. Los que en verdad aman, muestran el amor de Dios a los necesitados.

HG/MD

 “Le dijo por tercera vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: “¿Me amas?”. Y le dijo: —Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo:  Apacienta mis ovejas.” (Juan 21:17).

A la amada memoria de Clarence P. Befus (1930-1996).