Lectura: Jeremías 20:7-13
No sé si a ti te ha pasado, pero en ocasiones he planeado una actividad con meses de anticipación, he coordinado con todas las personas que parecían estar involucradas, he orado al Señor, pero cuando se acerca el día de la actividad las cosas empiezan a salir mal, hay personas que cancelan y empiezan a surgir detalles que hacen imposible que se realice, cuando eso sucede por supuesto me siento triste y en ocasiones hasta he llorado por la frustración.
Jeremías tampoco se escapó de sufrir este tipo de situaciones, incluso muchos estudiosos de la Biblia lo califican como: “el profeta llorón”, ya que la intensidad de su dolor fue asombrosa: “¡Cómo quisiera yo que mi cabeza fuera un mar, y mis ojos un manantial de lágrimas! ¡Así podría llorar día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo!” (Jeremías 9:1).
Y si el sufrimiento por su pueblo no fuera ya suficiente, a él lo perseguían por su mensaje profético de juicio. En una ocasión, quienes se oponían a su ministerio lo apresaron en una cisterna llena de barro (Jeremías 38:6); definitivamente vivió en carne propia el sufrimiento a causa de su fe.
Es muy normal que, en el trascurso de tu servicio al Señor, en ocasiones puedas sentirte estancado y frustrado debido a circunstancias que no buscas, ni deseas. Es ahí cuando el ejemplo del profeta Jeremías debe animarte a perseverar, ya que el convencimiento de su llamado por parte de Dios era tan profundo, que nada pudo disuadirlo de servir al Señor (Jeremías 20:9).
- ¿Te han decepcionado los resultados de tu servicio al Señor? Pídele a Dios que reconforte tu corazón por medio de su Espíritu y continúa sirviéndole a pesar de las circunstancias.
- El convencimiento del llamado de Dios al servicio, debe ser tu guía y fuerza para enfrentar la peor tormenta.
HG/MD
“Digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre”. Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo” (Jeremías 20:9).