Lectura: Josué 1:1-9

La tormenta arreciaba y las olas golpeaban al velero que precariamente se mantenía a flote.  Con mucho esfuerzo lograron llevar la nave a una bahía o ensenada que estaba un poco más protegida de la tormenta.

No obstante, la marea intentaba arrastrarlos al mar abierto y peor aún, estrellarlos contra las rocas que acechaban en una parte de la costa.  En ese momento el capitán arrojó el ancla, y eso les dio el punto de soporte que necesitaban para sobrevivir a la tormenta. Sin esta herramienta, las olas los habría estrellado contra la costa.

En nuestro viaje espiritual también necesitamos anclas que nos mantengan firmes. Cuando Dios llamó a Josué para que guiara a su pueblo después de la muerte de Moisés, le dio anclas de promesa en las que podía confiar en tiempo de prueba. El Señor le dijo: “…estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé. […] porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:5, 9).

Dios también les dio a Josué y a su pueblo el “libro de la ley” para que lo estudiaran y lo cumplieran (Josué 1:7-8). Este libro junto con la presencia del Señor, eran anclas en las que los israelitas podían confiar al enfrentarse a muchos desafíos.

  1. Cuando nos encontramos en medio de sufrimientos o las dudas amenazan nuestra fe, ¿Cuáles son las anclas que Dios ha provisto para auxiliarnos? Su Palabra, buenos amigos creyentes y sobre todo la oración.
  2. Aunque nuestra fe parezca debilitarse, si está anclada en las promesas y la presencia de Dios, Él nos sostendrá.

HG/MD

“¿No te he mandado que te esfuerces y seas valiente? No temas ni desmayes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” (Josué 1:9).