Lectura: 1 Juan 3:10-24
Cuando James Cates era un estudiante universitario, trabajaba en el turno de noche como supervisor en un centro de tratamiento residencial. Una de sus responsabilidades era la tarea a veces abrumadora de lavar la ropa de 23 muchachos adolescentes.
El proceso de lavado maltrataba la ropa, así que cuando un atribulado joven residente llamado Jake recibió una nueva camisa de su madre, James se ofreció a lavarla por separado. Pronto, otros muchachos comenzaron a pedirle que incluyera algunas de sus prendas de vestir favoritas en su carga “especial”. Era un pequeño acto de amabilidad, pero significaba mucho para los muchachos.
Veinte años después, después de establecer una floreciente practica como terapeuta, enseñar en una universidad, y escribir numerosas publicaciones en revistas de gran erudición, el Dr. Cates escribió: “Con tiempo para mirar hacia atrás y reflexionar, no ha habido cliente que jamás haya conocido ni servicio que jamás haya prestado que tenga mayor significado para mí que Jake y su camisa, y aquellas cargas especiales de ropa”.
Un simple acto de generosidad es una poderosa expresión de la compasión de Dios en nuestro mundo atribulado. El apóstol Juan escribió, “Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18). ¿Hay algún “lavado” que puedas hacer hoy? –
1. ¿Cuán a menudo realizas actos de generosidad? Sino lo recuerdas esa de seguro es una área en la cual tienes que trabajar en tu vida.
2. Si es el caso, ¿por qué crees que tienes problemas a la hora de desprenderte de «cosas» (dinero, objetos, tiempo) de tu propiedad, con el fin de compartirla con otros? o ¿Por qué a la gente le cuesta el ser generoso con sus bienes?
3. Sabes algunas personas necesitan de ese tipo de actos de amor, tanto para expresarse con individuos, o como para sentirse apreciados por otros.
NPD/DCM