Lectura: 1 Samuel 30, 31, 2 Samuel 1.
Cuando vamos a funerales siempre aparecen las frases clichés como por ejemplo: “lo siento”, “está en un mejor lugar” o “algún día podrás olvidar”. Al centrarnos en esta última frase la mayoría de dolientes, pensarán: “No tengo ningún deseo de olvidar, quiero atesorar los buenos recuerdos que vivimos, hasta el día de volvernos a encontrar en el más allá.
Uno de los más preciados regalos con que Dios nos ha provisto es la memoria, es cierto hay muchas heridas sufrimientos que debemos olvidar, pero hay gratos recuerdos que debemos atesorar en nuestro corazón. El mismo Pablo hacia esto al escribir la carta a los Filipenses 1:3 “Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes”. Esos buenos recuerdos le sirvieron durante sus años de encarcelamiento. Un caso similar es el que leímos en la lectura para el día de hoy. No tenemos que olvidar todo, podemos olvidar lo malo y recordar los buenos momentos.
En estos pasajes encontramos cómo David deja su fase de “rebelde” y recupera su relación con Dios y con su pueblo.
1. Los bandidos amalecitas hicieron a la ciudad de David lo que él les había hecho a ellos y a otros. ¿Qué hizo David que demuestra que está saliendo de su fase rebelde? ¿Por qué culparon a David sus hombres por lo que hicieron los bandidos? ¿Cómo recuperaron todo lo que habían perdido?
2. Viendo las vidas de estos dos reyes podemos recordar la ley de la siembra y la cosecha (2 Corintios 9.6). ¿Qué produce un corazón conforme al de Dios, que quiere obedecer? (Juan 14:21; Salmo 27:4).
3. ¿Qué crees que llevó a Saúl a suicidarse? ¿Sobre el amalecita que le llevó la noticia de la muerte de Saúl a David, qué crees que esperaba de David? ¿Qué implicaciones tiene el hecho de que fuera un amalecita el que dio el golpe de gracia a Saúl? (Recordemos 1Samuel 15.)
4. ¿Qué demuestra la lamentación de David en cuanto a Saúl y a Jonatán?