Lectura: Hechos 20:22-32

Estábamos con unos amigos en la plaza de comidas de un Centro Comercial, ya había acabado nuestro almuerzo y nos dirigíamos a depositar los restos de comida en el cesto de basura.  En ese momento un hombre apresurado nos golpeó y casi nos hace botar las bandejas de comida.

Uno de mis amigos dijo bromeando: “¡Quizás es que se robó algo!”.  Inmediatamente pensé en la prédica que habíamos oído el domingo anterior y les dije: “Si mal no recuerdo, de eso hablamos en la iglesia, ¿no será eso juzgar?”.  Por supuesto ambos estábamos bromeando, pero ciertamente se nos hace muy fácil juzgar, es por eso que debemos recordar y siempre poner en práctica los principios bíblicos que aprendemos diariamente, pero también estar alertas ante las amenazas.

El apóstol Pablo les recordó a los ancianos de Éfeso, que ellos tampoco podían poner en pausa su responsabilidad como creyentes y su deber de guiar a las personas que se reunían con ellos en la iglesia local (Hechos 20).

Estaba convencido de que los falsos maestros tratarían de destruir a la iglesia (v. 29) y que los líderes debían proteger al grupo de tales artimañas.  Cuidar al pueblo del Señor incluye alimentarlo espiritualmente, guiarlo con bondad y advertirlo con firmeza. El incalculable precio que Cristo pagó en la cruz debe motivar a los líderes de la iglesia (v. 28).

  1. Los líderes de las congregaciones tienen la gran responsabilidad de vigilar nuestras almas porque, un día, tendrán que rendirle cuentas al Señor de su labor entre nosotros. Hagamos que hoy se sientan gozosos al ver que somos obedientes y nos sometemos a su liderazgo fiel y piadoso (Hebreos 13:17).
  2. Debemos estar atentos a quienes quieren destruirnos a nosotros y a la iglesia, pidamos a Dios su guía y mantengámonos atentos a los peligros.

HG/MD

“Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos porque ellos velan por la vida de ustedes como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría y sin quejarse pues esto no les sería provechoso” (Hebreos 13:17).