Lectura: Mateo 18:1-14

Un viejo conocido me contó la siguiente historia de su vida: «A mediados de los años 70, mi esposa y nos hicimos amigos de un drogadicto llamado Derek, al que habíamos conocido en el metro de Londres.  Días más tarde lo invitamos a vivir con nuestra familia.  Al poco tiempo recibió a Cristo y Su perdón.

Hasta aquel momento, el mundo le había estado gritando a Derek: ¿Por qué no creces y maduras? Ese día, Jesús le dijo tiernamente: «De cierto les digo, que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos.»  ¡Derek se convirtió en un hijo de Dios!  Nosotros esperábamos que este joven aprendiese mucho acerca de Dios a través de nosotros, pero no esperábamos aprender tanto de Dios a través de él.

Una tarde hablábamos de la posibilidad de abrir un centro de rehabilitación para adictos.  Ninguno de nosotros sabía cuándo, dónde, cómo ni si sucedería alguna vez.   Yo le dije: «Bueno, sabemos que Dios no nos defraudará» Sin embargo, Derek añadió: «Dios no se defraudará a sí mismo».  Sus palabras hicieron eco del Salmo 23:3 «…me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre».

Hace ya casi 40 años que Dios puso a funcionar aquel centro de rehabitación «por amor a su nombre» y por supuesto esa historia de mi amigo y otras muchas otras situaciones Dios me han enseñado y recordado la difícil lección de la humildad una y otra vez, espero que a ti también.

  1. Si estas lleno de orgullo, no te quedará espacio para la sabiduría. «El orgullo lleva a la deshonra, pero con la humildad viene la sabiduría» (Proverbios 11:2-NTV).
  2. La humildad te evitará muchos problemas en la vida, no la evites.

NPD/JEY