Lectura: Mateo 4:18-22

Una de las cosas que más disfruto es realizar caminatas en senderos naturales que se encuentran comúnmente en parques nacionales, esto para respirar el aire puro y observar la naturaleza. 

A menudo suelo asociar este tipo de caminatas con nuestro andar espiritual, ya que la vida cristiana consiste en caminar obedeciendo la voluntad de Dios, con Jesús a cada paso del camino como nuestro compañero y guía.

En su ministerio terrenal Él también recorrió muchos de los caminos de Israel de un extremo al otro, llevando su mensaje de esperanza y haciendo discípulos, invitándolos de la siguiente forma: “…Vengan en pos de mí, y los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19).

En muchas ocasiones algunos de los trayectos de la vida suelen ser complicados.  Muchas veces hemos tenido que dejar cosas en el camino para poder seguir; incluso forzándonos a descansar para recuperar fuerzas.

En el clásico de Juan Bunyan, el Progreso del Peregrino, se nos describe el cobertizo en el collado Dificultad, donde los cristianos recuperan el aliento antes de seguir escalando. En él reciben consuelo y se les recuerda la presencia continua de Dios para poder seguir recorriendo el camino que hace falta.

Sólo Dios sabe adónde nos llevará el camino por el cual transitamos, pero podemos contar con lo siguiente: “…he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).  Esta no es una metáfora o moraleja de la vida.  Dios es en verdad nuestro compañero de viaje.  No hay ni un solo paso que caminemos solos.

  1. Saber que Jesucristo está a nuestro lado hace el viaje más llevadero.
  2. Gracias Señor por acompañarnos.

HG/MD

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).