Lectura: Jeremías 23:21-32
Cada vez que los hombres jóvenes que Juan Wesley enviaba a predicar a volvían, les realizaba 2 dos preguntas: «¿Alguien se convirtió?» y ¿Alguien se enojó?» Si la respuesta era no a ambas preguntas, les advertía acerca de las implicaciones de entrar en el ministerio y lo que traía consigo. Explicaba que cuando la Palabra de Dios se presenta con fidelidad, la gente cree o se vuelve antagónica, dicho en otras palabras se opone.
El apóstol Pablo dijo a los creyentes de Corinto: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor. 9:16). Muchos predicadores en nuestros días no tienen la pasión que Pablo tenía por proclamar la verdad. Ellos parecen estar más preocupados por evitar declaraciones o verdades que puedan ser ofensivas a sus oyentes. En su deseo de ajustarse a las normas cambiantes del mundo, no se comprometen con Dios y tuercen las palabras de la Biblia, en lugar de enfrentar al mal con valentía y amor.
Dios advierte sobre aquellos que distorsionan Sus palabras. A través del profeta Jeremías, declaró su oposición a los líderes religiosos al decir estas palabras: “sus sueños imaginarios son mentiras descaradas que llevan a mi pueblo a pecar. Yo no los envié ni los nombré, y no tienen ningún mensaje para mi pueblo.» (Jer. 23:32). En cambio, Dios pidió a sus profetas, «que proclamaran sus palabras con fidelidad» (v.28).
1. Hoy más que nunca, tenemos que orar para que los hombres de Dios, con valentía se mantengan a Su Palabra.
2. Algunos «hombres de Dios» distorsionan la Palabra, por lo que dicen y hacen. Pero hay otros de bendición que son fieles al proclamar lo que es correcto y verdadero.
3. Al proclamar la verdad, usted debe saber lo cuál es la Verdad.
NPD/HGB