Lectura: 1 Corintios 15:12-34

Jesús se acercaba al final de su misión, durante algunos años había asombrado a propios y a extraños mostrando como nunca antes maravillas y milagros; su enseñanza había provocado la división de la pequeña nación, había quienes lo amaban y había quienes lo odiaban.  Jesús se había entregado voluntariamente a sus enemigos, optando por no salvarse de su muerte en la cruz y ahora su vida estaba llegando al final, parecía que no podía esperarse nada más de Él, y el día más oscuro de la humanidad había llegado, la creación había matado a su Creador.

Pero la historia no terminó allí; las primeras luces de aquel hermoso día le dieron la bienvenida nuevamente, era la mañana de la resurrección, ese día estuvo lleno de emociones para sus seguidores: Juan, Pedro y María Magdalena. Posiblemente algunos pensaron que habían robado su cuerpo y otros creyeron al anuncio de los ángeles; pero los tres fueron testigos de algo, ¡la tumba estaba vacía!

La muerte no lo pudo retener: ¡Cristo está vivo! aunque algunas personas vayan por la vida como si aún estuviera muerto en aquella fría tumba.  Ante la tumba vacía no nos podemos quedar quietos, debemos tener una respuesta, o crees en su resurrección o la niegas, tu decisión tendrá consecuencias eternas.

  1. La victima del viernes santo se convirtió en el vencedor del domingo de resurrección.
  2. Cristo está vivo y te ofrece vida eterna, ¿quieres disfrutar de esa vida? Reconoce tu pecado, confía en quien venció a la muerte y puede darte vida.

HG/MD

“Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes” (1 Corintios 15:14)