Lectura: Efesios 4:20-32
Era el sábado por la mañana y como lo venía haciendo desde hacía un par de años, Esteban fue a ver el partido de futbol que estaba jugando su niño Santiago de 7 años.
Ese partido a diferencia de otros fue muy disputado entre los niños, y una jugada de su hijo la cual terminó en gol, fue anulada por el árbitro del partido; en ese momento Santiago volvió a ver a su papá angustiado.
Entonces, de manera descontrolada, Esteban quien tenía un juguete en la mano, lo tiró al suelo y lo hizo pedazos, pero ese era el juguete favorito de su hijo, así que no sólo rompió el juguete sino que también destrozó el corazón de su hijo.
Más tarde, ese mismo día, Esteban habló con su pequeño, le pidió disculpas y le explicó que había hecho algo incorrecto y que iba a tratar de no cometer ese tipo de errores. Luego de llorar un poco más, Santiago aceptó la disculpa y la lección. En un inicio toda esta situación no fue la mejor, pero gracias a una buena actitud tuvo un buen final; perdonar y aprender de nuestros errores es algo que todos debemos hacer.
La Palabra de Dios nos invita a evitar que nos alteremos y por el contrario a que nos vistamos del nuevo yo, “creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad” (Efesios 4:24). Y, si somos víctimas del enojo, el Señor nos pide que “sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32).
- Nunca será sencillo restaurar relaciones, pero si recurrimos a la gracia de Dios podemos iniciar el proceso de restauración.
- Acepta tus errores y también brinda el perdón cuando sea necesario.
HG/MD
“Más bien, sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32).
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