Lectura: Efesios 6:10-18
Desgraciadamente un joven que tenía un futuro brillante, cayó en el mundo de las drogas debido a sus malas decisiones. Una noche cuando pensaba que había tocado fondo, tuvo una pesadilla que marcó el resto de su vida; en el sueño él estaba luchando con el diablo, el joven tenía un palo, con el cual golpeaba a Satanás, pero cada vez que lo golpeaba se ponía en pie nuevamente como si nada hubiera pasado, eso continuó hasta que se quedó sin energías, más el diablo continuaba frente a él sin mostrar daño alguno.
Al despertar de su pesadilla, el joven se propuso con firmeza mantenerse limpio de las drogas. Pero una noche sin estar pensando en ello antes de dormir, volvió a tener aquella pesadilla, en la que nuevamente estaba frente a Satanás quien lo atacaba con furia. Sin embargo, esta vez algo cambió, no estaba sólo, ahora lo acompañaba alguien que se encontraba a su lado, era Jesús, y con Él a su lado retomó fuerzas y sintió que se encontraba protegido por una armadura indestructible, en su mano apareció una espada con la cual venció al enemigo.
La Biblia es muy clara al indicarnos que nuestro enemigo Satanás, no tiene ni la más mínima oportunidad de vencer al Espíritu Santo quien vive en nosotros, Él es mayor que el diablo (1 Juan 4:4). Cuando Cristo vino a la tierra, una de sus misiones fue destruir la obra del diablo al dar su vida en la cruz (1 Juan 3:8), consiguiendo con ello la victoria sobre el enemigo (Colosenses 1:13-14; 2:15)
A pesar de que el diablo fue derrotado en la cruz, sigue activo en este mundo. Su derrota final es segura tal como nos lo dice Apocalipsis 20:7-10. Entre tanto, los creyentes debemos tomar toda la armadura de Dios (Ef.6:10-18), y permanecer firmes debido a que hemos confiado en Jesús y su Palabra.
- Aunque Satanás es un enemigo derrotado, busca afectarte con sucias tácticas, acosándote con tentaciones, persecuciones y desánimos (1 Pedro 5:8; Sal. 22:13; 104:21; Ez. 22:25).
- La forma de hacer frente a este poderoso enemigo, es permanecer firmes en la fe.
HG/MD
“Él nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado” (Colosenses 1:13).