Lectura: Proverbios 15:1-4

Existe un recurso muy antiguo que usan los medios de comunicación para sacar sonrisas a las personas, se llama el sarcasmo. Se usa en comedias familiares de situación, en las cuales una pareja o familia se ofende de una forma “creativa” y chistosa utilizando el sarcasmo; se pueden oír frases como: “Te estoy escuchando, pero por favor no te pongas delante del televisor” o “El problema es que la gente sabe poco, pero habla demasiado” o “Si no te gusta como soy, cambia tú” o “No guardo rencor, pero tengo buena memoria”.  También es muy común que se utilice en algunos programas deportivos, o incluso en los ambientes de trabajo.

Quizás, el sarcasmo es tan exitoso porque de cierta forma la mayoría desearía usarlo para descalificar a otros y para afianzar más su posición frente a las demás personas.

Desgraciadamente, existen personas que abusan del sarcasmo y llegan a herir muy profundamente a quienes los rodean.  Salomón dijo lo siguiente con respecto a estas personas: “Hay quienes hablan como dando estocadas de espada” (Proverbios 12:18), y añadió luego que, con nuestra lengua usada perversamente podemos quebrantar a una persona (Proverbios 15:4).

No es nada fácil controlar nuestro modo de hablar, ya que el verdadero problema reside en nuestros corazones, detrás de un insulto o un sarcasmo hiriente, probamente lo que se oculta es la inseguridad, los temores o las culpas, que usamos para “defendernos” de otros.

Surge entonces la pregunta: ¿Existe alguna posibilidad de mejorar nuestras palabras malvadas por nosotros mismos?  La respuesta es NO.  El primer paso para mejorar en verdad, es que estemos dispuestos a bajar nuestras defensas y aceptar que necesitamos la ayuda del Señor y de otras personas que desean nuestro bienestar.

  1. Pidamos al Señor dominio propio para no usar palabras que hieran a otros de una forma grosera y sin contemplación (2 Timoteo 1:7).
  2. Un lenguaje descontrolado es un síntoma de un corazón pecaminoso.

HG/MD

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).