Lectura: Juan 19:1-8
Una de las frases más famosas del primer ministro inglés Winston Churchill, y que pronunció durante la Segunda Guerra Mundial, fue un reconocimiento al servicio heroico de la Real Fuerza Área: “Nunca en la historia de la humanidad han debido tantos a tan pocos”.
Un sentimiento similar aparece en una placa conmemorativa en Bastogne, alusiva a la batalla de las Ardenas (Bulge), una de las más duras de la Segunda Guerra Mundial. La placa contiene una inscripción en honor a la División Aérea 101 de los Estados Unidos y dice lo siguiente: “Pocas veces se ha derramado tanta sangre estadounidense en el curso de una sola acción, Señor, ¡ayúdanos a recordarlo!”
Muchos reconocimientos fueron otorgados en honor al deber cumplido, en medio de una cruenta guerra que envolvió a buena parte del mundo en el que vivimos, y cuyos resultados nos impactan aún hoy.
Cuando recordamos a estas personas, es inevitable la comparación con Aquel cuyo sacrificio máximo dio como resultado beneficios para las personas de todas las nacionalidades, sin importar la condición moral o social.
Jesús ha sido la única persona que en su condición humana nunca pecó; sin embargo, fue víctima de la mayor de las injusticias, ya que como inocente pagó con su muerte una pena que no merecía y derramó su sangre por personas que no lo merecían. Con este acto, garantizó nuestra libertad de la pena de muerte que había sobre nosotros debido al pecado.
- De Jesús se puede decir: “Nunca en la historia de la humanidad han debido tantos a un solo Hombre; Él hizo el mayor sacrificio de todos, dar su vida por quienes no lo merecían. Por ello, ¡debemos recodarlo y amarlo!”.
- Recordar el sacrificio que hizo Jesús, debe provocar en nosotros una alabanza genuina.
HG/MD
“Porque, aun siendo nosotros débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos” (Romanos 5:6)
Credito de imagen: Lámina de Tiger avanzando en las Ardenas con apoyo aéreo