Lectura: Juan 19:25-30

Cuando Jesús vio a María desde la cruz, sabía que el dolor que ella estaba sufriendo era más profundo que el de cualquier otra persona que se encontraba observando aquella terrible ejecución, y es por ello que en uno de sus actos de amor más tiernos, aun cuando estaba siendo torturado, le encomienda a Juan su cuidado (Juan 19:25-27).

Difícilmente se puede describir el dolor de un padre o madre que ve a su hijo o hija sufrir. En nuestro ministerio recibimos muchas peticiones de oración de padres por sus hijos; nos duele saber que existen personas sufriendo profundamente, pero nuestro dolor no se compara con el sufrimiento que está experimentando la persona que está solicitando oración por su familiar o amigo.

El Señor nos pide que compartamos las tristezas de los demás “…Lloren con los que lloran” (Romanos 12:15).  Estamos llamados a no ignorar el dolor ajeno, debemos tener empatía y compartir nuestros sentimientos por medio de una oración sincera, llena de palabras amorosas pero a la vez realistas, que transmitan el mensaje correcto: “todo depende de la soberana voluntad de Dios”.

  1. Señor te damos infinitas gracias por nuestros amigos y familiares, ayúdanos a entender que es natural experimentar dolor ante la pérdida de uno de ellos, pero a la vez aliéntanos a comprender que la muerte para un creyente en Cristo, es tan sólo un paso más para estar eternamente al lado de nuestro Señor (Filipenses 1:21).
  2. Ayúdanos Señor a ser empáticos y entender el dolor ajeno; danos las palabras sabias y oportunas para expresárselas a quien sufre.

HG/MD

“Gócense con los que se gozan. Lloren con los que lloran.” (Romanos 12:15).