Lectura: Filipenses 2:1-5

La actividad familiar organizada por una iglesia pretendía que las personas se conocieran más profundamente, en un ambiente diferente al del recinto de la iglesia, entonces rentaron un pequeño lugar de retiros que estaba a las afueras de la ciudad.

Dentro de las actividades que llevaban preparadas se encontraba una que consistía en formar grupos pequeños, y el objetivo de esos grupos era que las personas se conocieran entre sí, para lo cual debían comentar sobre una bendición y un desafío que estaban enfrentando en ese momento.

Cuando llegó el turno de una joven madre, ella dijo entre lágrimas que agradecía a Dios porque le había permitido asistir a aquella actividad, y al llegar al desafío, les contó a las personas sobre el amor, compromiso, pero también del desgaste que era cuidar a un niño con necesidades especiales.  Ella estaba agotada por la bendición que esto representaba al poder cuidar de un pequeño indefenso. También, estaba muy agradecida debido a que un par de señoras de la iglesia estaban cuidando del pequeño en ese momento, permitiéndole dejar a su hijo durante unas horas para tener un tiempo de descanso y renovación de fuerzas.

Su desafío es un recordatorio de cuán fácilmente podemos encerrarnos en nuestro mundo, vida y problemas… hasta el punto de no ver las necesidades de los demás.

El apóstol Pablo describe así nuestra responsabilidad: “no considerando cada cual solamente los intereses propios sino considerando cada uno también los intereses de los demás” (Filipenses 2:4). El versículo siguiente nos recuerda que esto es parte del ejemplo de Cristo: “Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús” (v.5).

  1. Como familia en la fe ¿manifestamos un interés semejante al de Cristo por aquellos que sufren?
  2. Apoyémonos en la gracia de Dios y confiemos en Él a fin de que nos capacite para servir a otros cuando tienen necesidades.

HG/MD

“Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).