Lectura: Jeremías 17:1-10
Hubo un fuego terrible que había devorado al menos 1800 hectáreas de terrenos de bosques a las afueras de Atlantic City; muchas personas perdieron sus casas a causa del fuego descontrolado. El dueño de una casa que estaba en el camino del incendio, contó su experiencia a un periódico local, diciendo que esa noche pudo observar las llamas que se acercaban a su casa como una bola de fuego de unos 20 metros de altura, que se dirigía directamente a consumir su casa como lo había hecho con las de sus vecinos; sin embargo, de repente sin ninguna explicación lógica, el fuego cambió de dirección.
Dentro de su testimonio el hombre pronunció las siguientes palabras: “He vivido en esta casa por 30 años, y pensar que iba perderla en tan sólo 10 minutos, hizo que quisiera quedarme hasta el último segundo posible”.
Una vez extinguido el fuego, iniciaron diferentes investigaciones; una de ellas determinó que el fuego había sido muy difícil de contener debido a las condiciones extremadamente secas antes de iniciar el incendio, por consiguiente el bosque estaba seco, y muchos de los árboles habían sido atacados por un insecto llamado: “oruga medidora”, el cual provoca que los árboles pierdan todas sus hojas; debido a ello el fuego tuvo todas las condiciones a su favor para tomar fuerza y mucho material que consumir.
Estos árboles secos que sirvieron de alimento para el fuego, tienen un paralelo con la historia de Israel. El profeta Jeremías relató que los israelitas se habían convertido en árboles secos en medio de un desierto que les drenaba su vida, y no estaban ubicados al lado de un río que les permitiera mantenerse verdes y fuertes (Jeremías 17:6-8). Lo peor de todo es que con sus malas acciones habían provocado el fuego de la ira de Dios (Jeremías 17:4) al confiar más en el hombre y alejarse del Señor (Jeremías 17:5).
El creyente siempre estará tentado a confiar más en sus propias fuerzas y en las de otras personas, olvidándose completamente de Dios y su voluntad, la cual es una receta perfecta para un fuego destructivo que muchas veces puede terminar muy mal.
- Señor, ayúdanos a mantenernos en comunicación contigo, fuertes y alimentados de tu Palabra. Mantennos seguros del fuego consumidor del enemigo.
- Ayúdanos Señor a que nuestra vida sea: “como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará.” Salmos 1:3.
HG/MD
“Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará.” Salmos 1:3