Lectura: Habacuc 2:2-14
Hace pocos meses unos amigos viajaron a la ciudad de Chicago y una tarde tomaron el transporte para visitar el mirador 360 Chicago. Mientras hacían el recorrido hacia su destino, les pareció un lugar caótico y peligroso; sin embargo, cuando llegaron a la plataforma de observación del rascacielos y miraron hacia abajo, les llamó la atención las calles de la ciudad, ante lo cual quedaron asombrados debido al orden y a la organización. ¡Es increíble el cambio que se puede producir en nosotros si tan sólo tenemos una nueva perspectiva!
Al profeta Habacuc le sucedió algo similar. Como a muchos de sus coterráneos, al inicio de su relato le parecía que Dios era indiferente ante la maldad que invadía a la sociedad (Habacuc 1:2-4); no obstante, pudo observar la vida desde otro punto de vista cuando el Señor le brindó una nueva perspectiva y le mostró que la vida es mucho más de lo que parece. Las acciones de los seres humanos no pueden desviar los propósitos de Dios (Habacuc 2:3).
En ocasiones quizás nos parezca que las personas quienes no tienen temor de Dios prosperan en un momento dado; pero, eso sucede tan sólo por un instante en el reloj eterno de Dios, ya que el Señor corregirá todo lo que está mal. Él actúa de manera soberana en todo lo que sucede para que cada situación cumpla con su propósito. Sin duda, los planes divinos se concretan y lo hacen en el momento apropiado (Habacuc 2:3).
Es una realidad que, desde nuestra posición en la vida, no somos capaces de distinguir el panorama completo; por eso, sigamos viviendo por fe y no por vista. Desde la perspectiva de Dios, todos los acontecimientos obran para beneficio del creyente y para su honra.
- Nuestra perspectiva es temporal y cortoplacista, la perspectiva de Dios es eterna; hagamos el cambio de perspectiva por la divina.
- Sigamos caminando con fe sabiendo que Dios tiene todo bajo control.
HG/MD
“Aunque por un tiempo la visión tarde en cumplirse, al fin ella hablará y no defraudará. Aunque tarde, espéralo; pues sin duda vendrá y no tardará” (Habacuc 2:3).