Lectura: Salmos 27:1-14

Un joven estaba desesperado por recibir el resultado del examen por parte de su profesor, quien les había compartido su contacto telefónico y les había dicho a los estudiantes que podían escribirle a una plataforma popular de mensajería.

Entonces, el joven estaba tan desesperado que le envió un mensaje por medio de esta plataforma, y como no le respondía, a los 5 minutos lo llamó al teléfono mostrando con ello su impaciencia al no esperar que su profesor le contestara en algún momento del día.

Comparativamente, muchas veces nos comportamos de la misma forma que este joven; a veces creemos que Dios nos ha abandonado porque no responde una oración inmediatamente.  Y es que esto no es nada nuevo, tan sólo leamos la solicitud de este salmo: “Respóndeme pronto, oh Señor, porque mi espíritu desfallece …” (Salmo 143:7). No obstante, saber esperar a que el Señor realice su voluntad en el tiempo perfecto, puede transformarnos en personas de una fe creciente.

David pasó muchos años esperando a ser coronado rey y huyendo de la ira de Saúl. Escribió las siguientes palabas: “Espera en el Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor” (Salmo 27:14). También, en otro salmo se nos alienta de la siguiente forma: “Pacientemente esperé al Señor, y él se inclinó a mí, y oyó mi clamor. […] Puso mis pies sobre una roca, y afirmó mis pasos” (40:1-2). Mientras esperaba en el Señor, David se convirtió en un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22; 1 Samuel 13:14).

  1. Ante el aparente retraso de Dios para responder nuestra oración, es bueno recordar que Él desea desarrollar en nuestro carácter las cualidades de la fe y la perseverancia (Santiago 1:2-4).
  2. ¡Espera en el Señor!

HG/MD

“Espera en el Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor” (Salmo 27:14).