Lectura: 1 Corintios 15:35-53
Una pequeña niña de 8 años estaba aprendiendo en su escuela acerca de cómo crecen las plantas. Estaba maravillada con la forma en la cual una pequeña semillita que germina en lo profundo del suelo, al cabo de unos días se abre paso entre el terreno para luego desarrollar un tallo y hojas que buscan el sol para realizar la fotosíntesis.
En esos mismos días, ella y su familia tuvieron que asistir al funeral de una de sus tías. Durante el servicio fúnebre, el ministro habló acerca de la resurrección final que algún día tendrán todos los creyentes.
Al mes siguiente pasaron al lado de un cementerio y la niña sin pensarlo mucho dijo lo siguiente: “Papá, ¿ahí es donde plantan personas?” La pequeña había asociado los conceptos de las semillas plantadas en el suelo y los cuerpos sepultados.
Aunque nos parezca extraño el apóstol Pablo usó una ilustración similar para describir la muerte, la sepultura y la resurrección en 1 Corintios capítulo 15. Indicó que cuando el cuerpo de un creyente en Cristo es sepultado en el suelo, se tiene la fe y esperanza de que un día resucitará a una nueva vida (v.42).
Como seremos humanos nuestro cuerpo es frágil y corruptible, pero nuestro nuevo cuerpo quedará libre de enfermedad, corrupción y de muerte (vv.43-44), tendremos un nuevo cuerpo glorificado y será como el de Cristo resucitado (Filipenses 3:21).
Esperamos ese día extraordinario cuando: “en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados” (v.52).
- Mientras esto llega tenemos la tarea más importante de todas, difundir las buenas nuevas de la victoria de Jesús sobre la muerte y la vida eterna, a la cual podemos acceder a través del sacrificio de Jesús.
- La resurrección de Jesús es garantía de nuestra propia resurrección.
HG/MD
“He aquí, les digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados” (1 Corintios 15:51).