Lectura: Mateo 13:1-23
Tal como se los he compartido otras veces, a mi me gusta pasar tiempo en el jardín de la casa. Durante algún tiempo, había una parte del jardín que parecía no tener vida. El césped siempre era escaso a pesar de que lo abonaba rutinariamente y lo mantenía con un buen riego.
Así que, me decidí a investigar lo que estaba ocurriendo; tomé una pala y empecé a remover la tierra y descubrí el problema, a tan sólo 5 centímetros había una capa de piedras de unos 10 centímetros de profundidad. Entonces, lo que hice fue reemplazar las piedras con tierra fértil de la mejor clase, donde las semillas nuevas pudieran arraigarse.
Nuestro Señor Jesús también nos habló de las semillas y de los terrenos. Por ejemplo, así lo hizo en la famosa parábola del sembrador en Mateo 13, la cual nos cuenta qué sucede cuando la semilla del evangelio se planta en diversos tipos de tierra, dijo acerca de aquellas que caen sobre las piedras: “…donde no había mucha tierra; y brotó rápidamente, porque la tierra no era profunda. Pero cuando salió el sol, se quemó” (vv. 5-6). En este pasaje se refería a quienes han escuchado y recibido el evangelio, pero el mensaje no ha echado raíces profundas en sus vidas, entonces, cuando surgen los problemas, estas personas que no son creyentes genuinos, desaparecen.
Cuán agradecidos podemos estar por las palabras que concluyen esta parábola de Jesús: “Pero el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce…” (v. 23). Sin duda este es un recordatorio maravilloso del privilegio y la responsabilidad que acompañan a nuestra salvación.
- Demos gracias a Dios por la semilla del evangelio y por el terreno del crecimiento espiritual.
- Nuestra responsabilidad como creyentes es sembrar semillas y tratar de que caigan en buena tierra, sin caer en el error de no entender que el único que puede abrir un corazón es nuestro Señor (Hechos 16:14).
HG/MD
“Pero el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno” (Mateo 13:23).