Lectura: Marcos 12:28-34
Nuestros países están llenos de leyes, y los códigos que rigen diferentes quehaceres de la vida empresarial y personal son prácticamente innumerables. Es más, estas leyes se han vuelto tan complejas que aun a los expertos les resulta complicado y pesado procesar todas las reglamentaciones.
Los líderes religiosos de la antigua Israel hacían lo mismo en cuanto a su relación con Dios. Las leyes y regulaciones agregadas eran sumamente complicadas. El peso de las reglamentaciones religiosas había aumentado de tal manera, que aun los expertos en la ley de Moisés luchaban para entender su esencia.
Cuando uno de esos líderes le preguntó a Jesús cuál era el más importante de los mandamientos, Él respondió con suma puntualidad: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos” (Marcos 12:30-31).
Las leyes que se habían impartido en los tiempos de Moisés eran muy complejas y pesadas, pero la fe en Cristo es sencilla, y su “yugo es fácil” (Mateo 11:30). Simplemente es fácil porque Dios estuvo dispuesto a perdonarnos y amarnos, y ahora, el Señor nos capacita para que lo amemos a Él y a nuestro prójimo.
- Si bien el Señor simplificó lo que espera de sus seguidores, la aplicación de dichos principios demanda todo de nuestra parte.
- Así que puntualmente: ama a Dios con todo tu ser y ama a tu semejante como a ti mismo.
HG/MD
“Entonces le dijeron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que crean en aquel que él ha enviado” (Juan 6:28-29).
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