Lectura: Josué 5:13–6:2
Es interesante entender que, antes de cada batalla, un oficial debe recibir y dar órdenes a sus comandados, esto a pesar de que quizás conozca el plan general que se estableció para una determinada campaña.
De la misma manera Josué, como líder de su pueblo, tuvo que aprender esta lección. Luego de que los israelitas pasaran 40 años en el desierto, el Señor escogió a Josué para que los liderara en la entrada a la tierra que Él les había prometido.
Como la mayoría conoce, la primera tarea que recibió fue conquistar la ciudad de Jericó. Antes de la batalla, Josué vio al “jefe del ejército del Señor”, probablemente, al Señor mismo, de pie frente a él, con una espada en su mano. Josué cayó postrado y adoró. En otras palabras, reconoció la grandeza de Dios y su propia debilidad. Luego, preguntó: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” (Josué 5:14). La victoria que logró en Jericó se debió gracias a que siguió las instrucciones de Dios.
Sin embargo, no siempre fue de esa manera; más adelante, Josué y su gente “no consultaron al Señor” (Josué 9:14). Como resultado, fueron engañados para que acordaran un tratado de paz con los gabaonitas, enemigos que moraban en la tierra de Canaán, lo cual desagradó a Dios (Josué 9:3-26).
- Aprendamos a depender del Señor al enfrentar las luchas de la vida.
- Acerquémonos a Él con humildad y aceptemos su guía.
HG/MD
“Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5).
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