Lectura: Colosenses 1:24-29
Me contaba una amiga, que cuando era niña le encantaba jugar en los campos cuando estaban llenos de flores de todos colores, y hacer “collares” con cuerdas o cordones de zapatos, a los cuales les adhería delicadas flores silvestres, entre las que resaltaban las margaritas. Aquello era tan absorbente, que por un momento todo lo demás quedaba de lado y el mundo se detenía, pero luego de un tiempo volvían de nuevo a su mente las tareas por realizar, y el recuerdo de las personas con las cuales no compartía del todo las opiniones.
Esta historia me recordó otra que leí, sobre una mujer que soñó con una pradera junto a la cual había un precipicio muy profundo; en el sueño veía a muchas personas ciegas caminando por la pradera en dirección al precipicio, y aunque les advertía, su esfuerzo resultaba insuficiente ya que eran demasiadas. Luego de un momento, notó que había quienes sí veían, pero en lugar de advertir a las personas ciegas, estaban sentadas plácidamente en la pradera haciendo collares de margaritas.
Si bien es cierto de vez en cuando es necesario salirnos de la rutina y responsabilidades diarias para descansar y entretenernos, como creyentes no podemos pasar más tiempo descansando que trabajando, y olvidar con ello el destino fatal que sufrirán miles de millones de personas quienes debido a su ceguera se dirigen al despeñadero.
Pablo entendía la urgencia de esta situación, y su enfoque estaba en Cristo: “A él anunciamos nosotros, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre con toda sabiduría, a fin de que presentemos a todo hombre perfecto en Cristo Jesús”. (Col.1:28)
- Estamos tan entretenidos en los prados de nuestra vida, que se nos olvida lo que es realmente importante, ¡compartir con otros la razón por la cual estamos vivos: Jesús!
- Se buscan mensajeros que quieran llevar las buenas nuevas de salvación a quienes aún no las han oído o entendido.
HG/MD
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos sino a Cristo Jesús como Señor; y a nosotros como siervos de ustedes por causa de Jesús” (2 Corintios 4:5)