Lectura: Filipenses 3:1-16
Los árboles son una de las maravillas más increíbles dentro de la creación de Dios.
Cada año el árbol nos ofrece nuevas ramas a través de sus yemas, que a la vez terminan formando nuevas yemas. Cada una de ellas contiene en miniatura un nuevo brote del árbol, tanto si es de pequeñas ramas como de flores u hojas.
Al igual que el árbol, yo trato de que me salgan ramas nuevas o madera nueva todos los años.
Ese es el diseño de Dios para sus hijos. Aunque los años con el tiempo vayan afectando partes de nuestros cuerpos, nuestras almas tienen la capacidad de renovarse eternamente. Por medio de las experiencias de la vida, las buenas actitudes muchas veces limitadas pueden ampliarse y darnos un mayor entendimiento si las dejamos crecer.
El apóstol Pablo halló su motivación para tener “ramas nuevas” en su relación con Cristo. Pablo anhelaba conocerlo cada día más, no en teoría, sino en realidad (Fil.3:8-10). Eso significaba leer (2 Tim. 4:13), renovar su mente (Rom.12:1-2), aceptar las pruebas de la vida como parte de lo bueno que Dios obraba continuamente en su vida (Rom.8:28), y mantener su confianza en Cristo (2 Tim.2:13).
- Así que, las Biblias leídas, la oración conforme a la voluntad de Dios y la confianza en Él a pesar de las circunstancias, son características de creyentes a quienes les brotan nuevas ramas espirituales cotidianamente.
- El continuo crecimiento como creyente, proviene de un profundo y progresivo conocimiento de Jesús.
HG/MD
“Porque para el árbol hay esperanza; si es cortado, se renovará y su retoño no dejará de ser” (Job 14:7).