Lectura: Job 42:1-6
Sin importar lo que otros piensen a Samuel no le importa que lo vean como una persona con limitaciones. Y es que Sam, como le dicen sus amigos, nació con una enfermedad que limita su movimiento y habla, pero eso no le ha impedido obtener buenas calificaciones. Ha vencido los desafíos del lenguaje para llegar a ser un orador persuasivo y pronto se graduará de la Universidad.
Su amor por el Señor y su profundo sentido de la paz son obvios para todos quienes lo conocen, así que una vez le preguntaron ¿cuál es tu secreto?, y su respuesta fue: “Cambié cuando era un adolescente”, y luego añadió: “Dejé de preguntarle a Dios por qué, y comencé a preguntarle qué”.
Samuel lo explicó de la siguiente manera: “Constantemente le reclamaba a Dios ¿por qué había nacido así?, ¿por qué todo me era tan difícil? Sin embargo, a través de mucha oración, comencé a preguntarle a Dios ¿qué quieres hacer a través de mí?”
La Biblia también está llena de ejemplos de personas que aprendieron a decir “qué” y no “por qué”. Eligieron seguir a Dios y hacer las cosas que le dan honra a Él, y Dios a su vez las honró a ellas.
Por ejemplo, José estaba muy seguro de sí mismo cuando era el hijo favorito de Jacob, pero aprendió a decir “qué” primero en la esclavitud, luego en la cárcel, y también en el palacio cuando fue el segundo al mando (Génesis 37, 39–41).
Asimismo, Moisés aprendió a decir “qué”, décadas después de huir del palacio. Regresó para enfrentarse al faraón y guiar a su pueblo al cual sacó de la esclavitud (Éxodo 2–12).
Igualmente, Daniel a pesar del cautiverio y el exilio en un país que era hostil hacia Dios, le preguntó a su Señor “qué”, y se elevó a posiciones de prominencia estando bajo el mandato de tres diferentes gobernantes paganos. (Daniel 1-7).
- ¿Tienes problemas? Felicidades no eres el único. No sigas preguntando por qué. En vez de ello, únete a Samuel y a los héroes de fe preguntándole a Dios, ¿y ahora qué?
- Pídele a Dios que te muestre el camino de servicio que necesitas seguir, entendiendo que la humildad y la buena actitud son mejores que la queja, la cual no beneficia a nadie, tal como lo descubrió Job.
HG/MD
“De oídas había oído de ti, pero ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).