Lectura: Salmos 121:1-8
Sin lugar a dudas todos de una u otra forma nos vemos perjudicados por los poderosos rayos del sol. Ya sea porque podemos ser alérgicos al sol, o podemos tener una enfermedad como el lupus o por que corremos el riesgo de adquirir cáncer de piel. Si nos exponemos a la luz solar directa durante un período prolongado de tiempo sin la debida protección, tendremos tarde o temprano una reacción visible y dolorosa.
Entonces, para protegernos del sol debemos usar sombreros, gorras de beisbol y ropa para cubrir sus brazos, piernas y cuello. Usar el protector solar más fuerte posible para proteger las zonas expuestas de la piel. Y en la medida de lo posible pasar las horas del mediodía a la sombra.
De manera similar, los creyentes necesitan protección espiritual del sistema malvado del mundo. Su gobernante Satanás nos bombardea continuamente con tentaciones y presiones que pretenden debilitar nuestro testimonio y buscan alejarnos del Señor.
Pero a pesar de todo ello, Dios nos proporciona toda la protección que necesitamos. Él se interpone entre nosotros y el enemigo. Él es nuestro escudo y nuestra fortaleza (Sal. 144:1-2). Pero hay que aplicar esta protección a través de la oración, la lectura y meditación de la Biblia, la fe, el pensamiento correcto, la comunión con los demás cristianos, y depender de la fuerza del Espíritu Santo. Estas disciplinas nos mantienen alejados de lo que el mundo quiere que nosotros hagamos que está en contra de la voluntad de Dios.
- Dios verdaderamente es nuestro escudo y protector, y por ello debemos solicitar su ayuda diariamente.
- El que está en nosotros es mayor que el que está en el mundo.
HG/MD
“Hijitos, ustedes son de Dios, y los han vencido, porque el que está en ustedes es mayor que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).