Lectura: Filipenses 2:5-11

Es una costumbre en muchas familias que, en Navidad, en las casas se repitan algunos acontecimientos. Por ejemplo, el aviso de la abuela a los hijos y nietos cuando abren sus regalos: “No rompan el papel, ¡podemos usarlo el año que viene!”.  Comúnmente a las damas les encanta hacer regalos bonitos, pero también les importa mucho el envoltorio. La presentación es parte de la belleza del contenido.

Al pensar en la importancia de los envoltorios, es interesante el “envoltorio” que nuestro Señor Jesús escogió cuando vino como el don redentor para rescatarnos de nuestros pecados. Podría haberse envuelto en una asombrosa muestra de poder, iluminando el cielo con su presencia en una celestial demostración de gloria. Sin embargo, por el contrario, en un maravilloso cambio con respecto a lo que sucedió en Éxodo 13:21, prefirió envolverse y despojarse de todo y hacerse “semejante a los hombres” (Filipenses 2:7).

Entonces, ¿por qué es tan importante este envoltorio? Porque, al ser como nosotros, no desconoció nuestras luchas: experimentó una profunda soledad y un querido amigo lo traicionó; fue avergonzado públicamente, malinterpretado y falsamente acusado. En resumen: Él siente nuestro dolor. Por eso, el escritor de Hebreos nos dice: “acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

  1. En este tiempo cuando recordamos su natividad, piensa en el inigualable regalo de Jesús para nosotros y ¡recuerda tener en mente el “envoltorio”!
  2. Así que, acércate a Él, está ofreciéndote el mejor de los regalos; salvación y vida eterna.

HG/MD

“Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).