Lectura: 1 Timoteo 1:12-17

El hombre estaba llenando una solicitud de empleo cuando llegó a la pregunta: “¿Alguna vez fue arrestado?”  Él respondió: “No”.   Sin embargo, la siguiente pregunta estaba escrita para los que habían contestado con un “Sí”.  Decía: “¿Por qué?”  Pero, descuidadamente el hombre contestó: “Porque nunca me atraparon”.   Sin duda, la culpa le jugó una mala pasada, en su interior sabía que era culpable de muchas cosas.

Algo similar le aconteció al apóstol Pablo, sin embargo, la diferencia era que él sí reconocía que había hecho muchas cosas de manera incorrecta, y por lo tanto había pecado contra Dios; es por ello que escribió lo siguiente: “antes fui blasfemo, perseguidor e insolente”, y fue aun más allá al calificarse como “el primero” de los pecadores (1 Timoteo 1:15).  A Dios no lo podemos engañar, Él nos conoce y conoce todo lo que hemos hecho.

En algún momento de nuestra vida, todos estuvimos separados de Dios a causa de nuestro pecado y por lo tanto éramos considerados Sus enemigos (Romanos 5:10; Colosenses 1:21).  Pero, todo cambió cuando reconocimos que estábamos equivocados en nuestra manera de vivir y necesitábamos Su perdón, luego de esto fuimos perdonados y hechos sus hijos e hijas (Juan 1:12).

Con los años los creyentes tendemos a olvidar de dónde fuimos rescatados y cuánto se nos ha perdonado.  Para que esto no suceda es conveniente que escribamos nuestro testimonio de vida con el Señor, el cual debe incluir tres puntos claves: 1. ¿Cómo era nuestra vida antes de conocer a Cristo?  2. ¿Cómo fue nuestro encuentro con Jesús y qué nos convenció de seguirlo?  3. ¿Qué ha pasado con nuestra vida luego de iniciar nuestro andar con Jesús?  Esta es una gran herramienta para compartir tu fe.

  1. ¿Ya has escrito tu testimonio?, y lo más importante, ¿lo has compartido con alguien?
  2. La verdad es que todos hemos sido culpables de pecar contra Dios, y la única solución es la salvación en Cristo Jesús.

HG/MD

Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).