Lectura: Jeremías 18:1-12
Durante la visita con mis amigos a una granja de unos conocidos, vi que recientemente habían puesto una cerca electrificada la cual impedía que las vacas se movieran de un campo de alimentación a otro, de esta forma lograban que el pasto creciera en el sector aislado para que cuando estuviera listo las vacas pudieran estar en un terreno ya recuperado.
Cuando salimos, nos explicaron acerca de los cuidados, nos advirtieron sobre los peligros por tocar la cerca y del riesgo de una descarga eléctrica.
Lamentablemente, uno de mis amigos no hizo caso y tocó la cerca electrificada con su dedo, entonces lo golpeó una corriente lo suficientemente fuerte como para enseñarle una buena lección a una vaca.
Al pensar en ese día y en la situación ocurrida, recordé los consejos de mis padres y de las advertencias que me habían hecho, no porque quisieran que no me divirtiera o porque me quisieran castigar, sino porque me amaban y no querían que me lastimara.
Cuando Dios vio a los israelitas que adoraban ídolos en Jerusalén, “les envió sus mensajeros persistentemente, porque tenía misericordia de su pueblo y de su morada” (2 Crónicas 36:15). Les habló a través del profeta Jeremías, pero el pueblo dijo que seguiría con sus planes (Jeremías 18:12). Por eso, el Señor permitió que Nabucodonosor destruyera la ciudad y capturara a la mayoría de sus habitantes.
- Quizás Dios está advirtiéndote sobre un pecado en tu vida. Si es así, no te desanimes, ya que es una demostración de su compasión (Hebreos 12:5-6).
- Él ve lo que está por delante y quiere evitarnos futuros problemas, por eso obedece.
HG/MD
“Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo” (Hebreos 12:6).
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