Lectura: Colosenses 4:2-6
Nunca olvidaré la sensación. Era como si de repente me hubiera convertido en invisible. Yo había ido a una gran tienda por departamentos en un gran centro comercial a comprar un regalo para mi esposa. Me dirigí a la sección apropiada y quedé junto a uno de los mostradores. No ocurrió nada. Me moví alrededor y traté de parecer ansioso por comprar. Sin embargo nada paso. No pude conseguir la atención de nadie.
La tienda no estaba llena. Pude ver dos o tres grupos de empleados que participaban en una conversación. Otros estuvieron enderezando los bastidores. Pero nadie siquiera reconoció que yo estaba allí. Finalmente fui a otra tienda.
Esto nos debe alertar para estar conscientes de que muchas personas que nos rodean tienen una necesidad aún mayor, necesitan saber sobre Jesucristo y de Su regalo de salvación. Algunos anhelan que les reconozcamos y que nos acerquemos intencionalmente a ellos. Otros responderán a una escritura que leyeron en una red social. Y otros pueden requerir de cierta persuasión para aceptar la oferta de la salvación. Pero ninguno de ellos va a responder si nosotros no nos movemos hacia estas personas necesitadas de Cristo y hacemos el trabajo que Dios nos encomendó dar testimonio de Jesús. (2 Corintios 5:17-20).
Pablo oró para que se abrieran puertas para proclamar el evangelio (Col. 4:3). Si hacemos lo mismo, nos encontraremos con los auténticos buscadores de la ayuda espiritual a nuestro alrededor. Vamos a mostrarles con nuestras palabras y acciones que no son invisibles.
1. No son invisibles, están ahí esperando que tú les hables de Jesús.
2. Necesitas ver a un mundo necesitado, a través de los ojos de Jesús.
NPD/DCE