Lectura: Mateo 20:1-16
Durante una visita de jóvenes creyentes a un hogar de ancianos, uno de ellos llamó a la persona encargada del grupo y le dijo lo siguiente: “Estoy muy arrepentido por haber desperdiciado tantos años de mi vida en cosas sin importancia. Al ver a estos muchachos quienes sin tener obligación nos visitan y se interesan por nosotros, me pregunto si a estas alturas aún puedo entregarle mi vida a Jesús”.
Esta misma duda parece abrumar día a día a muchos y de diferentes maneras; por ejemplo, personas que no se consideran dignas debido a su lucha contra las adicciones, por ser ex prisioneros o por llevar actualmente una vida que no agrada a Dios. Todos y cada uno de ellos aseguran tener una razón legítima para pensar que es demasiado tarde para conocer a Dios y para que Él los utilice.
Sin embargo, basta con estudiar las Escrituras para encontrar a muchas personas quienes sin importar su condición decidieron poner su fe en Dios a pesar de su pasado o su presente, por ejemplo: Rahab, una prostituta (Josué 2:12-14; Hebreos 11:31), Zaqueo, un cobrador de impuestos (Lucas 19:1-8), o Saulo, un asesino de creyentes (Hechos 7).
Este principio está también presente en la parábola de Jesús sobre los obreros de la viña (Mateo 20:1-16). Los obreros que fueron contratados en horas tempranas, pudieron trabajar más tiempo para el dueño (vv. 2,7), pero los que fueron contratados después, descubrieron que valían lo mismo ante los ojos del amo y que serían recompensados igual que los otros (vv. 8-16). El propietario de la viña decidió aplicar la misma gracia a todos.
- Sin importar nuestro pasado o presente, Dios anhela mostrarnos su gracia e invitarnos a tener comunión con Él.
- Hoy puede ser el mejor día de tu vida, entrégate por completo a Jesús, reconoce tus errores y acepta su perdón.
HG/MD
“La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado sobreabundó la gracia para que, así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 5:20-21).