Lectura: Salmos 8:1-9

En una noche despejada cuando se puede ver al ejército de estrellas que tintinean en el manto oscuro de la noche, también veo un mensaje que se encuentra implícito en ellas.   No, no te preocupes, no estoy hablando de la charlatanería de los astrólogos.

El mensaje que veo en las estrellas es innegable: ¡Dios existe!  Es como en la novela de aventuras Robinson Crusoe, cuando el protagonista descubre una huella que no es de él, y se entera de inmediato que hay al menos una persona más en su isla, entonces, si usas la misma lógica, puedes estar seguro que cuando ves aquel majestuoso espectáculo celeste, detrás se encuentra el Creador del universo en el cual vives, porque Él dejó, por así decirlo, incontables huellas de su creación.

El cielo estrellado es una de esas huellas. Cuando miras las estrellas estando consciente de que son creaciones increíbles en sí mismas, ¿cómo puedes negar que Dios es verdadero? Cuando tratas de contar los millones de ellas esparcidas por todo el cielo oscuro, ¿te parece posible que estén allí estrictamente por casualidad?

Y por si no fuera suficiente, si esperas tan sólo unas cuantas horas después, contemplarás cómo la noche deja su lugar a la luz de nuestra estrella el sol, que con su irradiante presencia anuncia el inicio de un nuevo día.   Parte de las maravillas que también puedes observar al tener el privilegio de habitar en este mundo, es que, si esperas unos cuantos meses, serás testigo de las estaciones que producen una gran variedad de climas y posibilidades para que la tierra produzca sus frutos, esto te muestra la impresionante coherencia del diseño de Dios.  

Hasta Napoleón Bonaparte, el conquistador militar francés, reconoció la existencia de Dios. Cuando se encontraba en un barco cruzando el Mediterráneo, escuchó a un grupo de científicos debatiendo si Dios existía realmente o no. La discusión era fuerte, y los que negaban la existencia de Dios parecían llevar la delantera. Finalmente, Napoleón no pudo aguantarlo más, señalando al cielo exclamó: “¿Y quién hizo esas estrellas? ¿La ciencia natural? ¿O se hicieron a sí mismas? Caballeros, ¡no estoy de acuerdo con ustedes en absoluto!”

Yo no sé si Napoleón era cristiano, pero obviamente pudo mirar las estrellas y “ver” a Dios. ¿Qué mensaje ves tú en el cielo?

  1. Dios te ha dado un mundo extraordinario donde vivir, lo más lógico es que agradezcas por el privilegio que te ha dado de poder vivir en él.
  2. Cuando ves los cielos y el mundo en el cuál vives, no puedes sino reconocer al Creador de todo ello: Dios.

HG/MD

“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has formado, digo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; y el hijo de hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:3-4).