Lectura: 2 Corintios 11:24-33
“Me rindo”, fueron las palabras de Sara que resonaron en el salón de clases de su secundaria mientras dejaba caer su calculadora: “¡Es demasiado difícil!” dijo. Hacer cálculos matemáticos siempre le había parecido algo imposible de hacer.
Por esta razón sus padres decidieron ayudarle a enfrentar este problema tan difícil de resolver para ella. Pidieron ayuda a un amigo de la iglesia que era un conocido profesor de matemática, quien le empezó a dar algunos consejos muy prácticos que también significaron el sacrificio de algunos tiempos de entretenimiento y salidas, para dedicarse a resolver aquella situación; todo con el apoyo incondicional de su familia.
Al final del año escolar todas las lágrimas y los esfuerzos parecieron haber merecido infinitamente la pena. Sara logró comprender los conceptos matemáticos que parecían inalcanzables y todos los miembros de la familia aprendieron la lección de tener paciencia y constancia.
El apóstol Pablo fue alguien que experimentó toda clase de dificultades mientras persistía en su objetivo de compartir la buena noticia de Jesús con aquellos que nunca la habían oído. Fue perseguido, azotado, encarcelado, malinterpretado, a veces incluso enfrentó la muerte (2 Corintios 11:25). Sin embargo, el gozo de ver que la gente respondía al mensaje de salvación hacía que todo valiera la pena.
- Quizás sientas que la tarea a la que Dios te ha llamado es demasiado difícil, recuerda que las lecciones espirituales y el gozo que acompañan tal esfuerzo pueden, en un principio, parecer ocultos, pero ¡sin duda están presentes! Dios te ayudará a encontrarlos.
- Ten ánimo, la prueba por la que estás pasando es temporal, pide ayuda a Dios para encontrar las herramientas de solución y hallar la salida, sé humilde y acepta la ayuda.
HG/MD
“Si es preciso gloriarse, yo me gloriaré de mi debilidad” (2 Corintios 11:30).
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