Lectura: Mateo 25:31-40

Su nombre era Sonia y publicó esto en sus redes sociales: “Si se siente solo o tiene algún problema, envíeme un mensaje.  Estoy en una silla de ruedas y prácticamente nunca salgo.  Podemos compartir nuestros problemas. Tan sólo escríbeme si quieres, me encantaría conversar contigo”.  La respuesta fue increíble, el mensaje se hizo viral y miles de personas respondieron a su llamado.

¿Qué motivó a esta mujer a querer ayudar a los necesitados de ser escuchados?  Algunos podrían decir: la que necesitaba ayuda era ella pues estaba paralítica y sola.  Sonia explicó que antes de quedar postrada en una silla de ruedas, era una persona perfectamente sana pero deprimida.  En un momento de extrema tristeza intentó suicidarse saltando desde la venta de su casa, la caída no le provocó la muerte pero si la dejó con serias lesiones en su espalda dejándola paralítica.

Mientras estaba en la habitación del hospital, una noche que lloraba amargamente sintió algo extraño, el Señor le dijo: “Sonia, hasta este momento has disfrutado de un cuerpo sano, pero tenías un alma paralítica.  Si decides seguirme, desde este momento tendrás un cuerpo paralítico pero una alma sana”.  Como resultado de esa experiencia decidió empezar a seguir a Jesús como su Señor y Salvador.  Cuando regresó a su casa, pasó muchos días pensando cómo lograría compartir con otros la paz y alegría que ahora disfrutaba en su corazón, y por eso escribió aquellas líneas en su red social favorita.

Todos los creyentes podemos hacer algo para compartir nuestra fe con otros, por limitados que estemos debido a una enfermedad, con escasos recursos, con la vejez o por incapacidad, podemos orar, escuchar a otros, escribir en una red social lo que Cristo ha hecho por nosotros.

  1. No importa tu condición, puedes ser testigo eficaz de nuestro Señor.
  2. ¿Qué esperas? Empieza hoy mismo, comparte tu fe con al menos 1 persona. Y recuerda, mañana también puede ser otro gran día para compartir tu fe.

HG/MD

“Entre ustedes no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre ustedes será su servidor; y el que anhele ser el primero entre ustedes, será su siervo. De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:26-28).